La excavación del solar norte de la Catedral

Boletín 1 • 2002

Si bien en otros lugares del barrio de Vegueta es posible distinguir perfectamente el primigenio diseño urbanístico, sólo aquí se pueden apreciar los elementos constructivos originales, que superan las expectativas más optimistas existentes al inicio de los trabajos..

Autores: Ignacio Sáenz, Sergio Olmos, María González, Carmen G. Rodríguez, María A. García.

Entre los meses de julio a diciembre de 2001 se realizaron los trabajos de excavación arqueológica en la zona norte de la catedral de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria.

Para ello se contó con un equipo de profesionales especializados en cada una de las áreas de investigación implicadas en este estudio: Arqueologia, Historia Medieval e Historia Moderna. En este lugar está previsto llevar a cabo la ampliación del recinto catedralicio de acuerdo al proyecto del arquitecto Salvador Fábregas Gil, por lo que se hacía indispensable intervenir de forma previa a cualquier actuación arquitectónica.

El objetivo primordial de esta actuación era documentar los posibles vestigios que hubieran podido conservarse del uso de este espacio a lo largo de la historia.

En el solar eran ya visibles varios elementos constructivos, entre los que se encuentran las paredes que conforman el propio perímetro, y que se relacionan con las obras llevadas a cabo a principios del siglo XIX.

El lugar elegido a finales del siglo XV para la ubicación de la Catedral de Santa Ana se situaba en unos solares que fueron adquiridos por el Cabildo, no sólo para la construcción del monumento, sino también para la alineación de la plaza de Santa Ana. Allí se levantó la llamada Iglesia baja del Sagrario, entre la plaza del Pilar Nuevo y la plaza de los Álamos, que hizo las veces de Templo Catedral y, desde 1570 hasta el siglo XVIII, fue parroquia matriz.

A finales del siglo XV, el lugar que en la actualidad ocupa el edificio catedralicio, incluida la ampliación norte que se pretende acometer, presentaba un aspecto muy diferente, ya que estaba dividido en dos espacios. En uno de ellos se comenzó la construcción de la propia Catedral. En el otro, situado en el extremo norte y separado del templo por el callejón de San Martín, se ubicaba el Hospital de San Martín.

El recinto hospitalario era un edificio de dos plantas, que contaba con dos salas separadas, habitaciones de servicio, cocina, área de asistencia, más una iglesia de regular tamaño, la huerta y un camposanto. A ella se unía la sala dedicada a los expósitos.

Imagen de sección

La cercanía de la Catedral y el deseo de los eclesiásticos de ampliar el edificio, hicieron que a mediados del siglo XVIII comenzaran a fijarse en el hospital y hospicio como el espacio más adecuado para la ampliación de la catedral hacia el norte, ubicándose en él la futura iglesia del Sagrario.

Así, en diciembre de ese año se concedía la iglesia del viejo hospital para su uso provisional como parroquia del Sagrario, mientras casi todo el resto de las dependencias eran demolidas para el comienzo de las construcciones. Las últimas noticias sobre la antigua iglesia del hospital se registran en 1799, año de la total demolición del edificio.

Es entonces cuando se produce la primera transformación urbana de esta zona. Se permite la ampliación de la catedral siguiendo el proyecto aprobado de Diego Nicolás Eduardo. Al mismo tiempo, en 1783, se abre en la zona norte la calle de San Marcial, como vía alternativa al callejón de San Martín que quedaría clausurado.

En este marco, los trabajos arqueológicos han permitido documentar una pequeña parte de la trama urbana de la primera ciudad de Las Palmas, contemplándola tal y como se diseñó en sus albores.

Relacionado con el primer momento de ocupación, el más singular de los elementos descubiertos ha sido, sin lugar a dudas, el trazado del callejón que separaba el edificio catedralicio del recinto que configuraba el Hospital de San Martín. Se trata de un tramo de unos veinte metros de largo por tres de ancho que conserva un pavimento de callaos, colocados formando cuadrados de un metro de lado y rellenos con piedras dispuestas desordenadamente.

Junto a la calle se situaba el complejo hospitalario. Entre los elementos documentados arqueológicamente, destacan los tres muros que corresponden a los cimientos de la iglesia, formados por paramentos de mampostería que presentan un enlucido con un mortero de cal, y que en ocasiones está pintado de rojo. También se descubrió una pequeña parte del patio, del que se ha conservado el pavimento.

En el interior de la iglesia las excavaciones han puesto al descubierto los enterramientos que se habían realizado en este lugar, tal y como era habitual en este tipo de recintos. Han sido localizados los restos de doce individuos dispuestos en posición original, junto a otras evidencias esqueléticas completamente desarticuladas y a una serie de elementos materiales asociados a las inhumaciones, como alfileres y botones.

A este episodio de ocupación constituido por la calle y el conjunto hospitalario, se superponen los vestigios de la Parroquia del Sagrario que comenzó a edificar Diego Nicolás Eduardo a fines del siglo XVIII y que continuó más tarde Luján Pérez. Sin lugar a dudas, una de las sorpresas de la excavación reside en la constatación del avanzado estado en el que se encontraba la construcción de esta Parroquia al ser paralizados los trabajos en 1821. En una de las dependencias, que en el plano original de Diego Nicolas se denominaba “osario”, ha sido documentada una gran acumulación de restos óseos humanos. Aparecen en desconexión anatómica, acumulados unos encima de otros, entre un sedimento de tierra muy suelta, lo que remarca aún más el carácter secundario de este depósito.

El último episodio constructivo constatado es el correspondiente al inicio del proyecto de Secundino Zuazo Ugalde, llevado a cabo por Andrés Boyer Ruíz, que data de la década de los sesenta del pasado siglo, y que fue derruido debido a la escasa aceptación social de su propuesta.

Todo lo anteriormente expuesto, lleva a considerar la indudable necesidad de preservar este excepcional hallazgo. Es importante resaltar este aspecto, ya que, si bien en otros lugares del barrio de Vegueta es posible distinguir perfectamente el primigenio diseño urbanístico, sólo aquí se pueden apreciar los elementos constructivos originales, rescatados en un estado de conservación que superan las expectativas más optimistas existentes al inicio de los trabajos. Más aún, la excepcionalidad de este hallazgo no sólo reside en esta circunstancia, sino en el hecho, no menos importante, de que las modificaciones urbanas acontecidas en este centro histórico en los últimos siglos, hacen improbable el descubrimiento, en otros lugares, de restos arqueológicos de esta magnitud ligados al origen de la ciudad.

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