El patrimonio troglodita de Gran Canaria

Boletín 6 • 2008

Heredados de una época anterior a la conquista, Gran Canaria cuenta con uno de los núcleos de arquitectura excavada más relevantes de Europa, propiciados por la geomorfología del territorio insular.

Autora: Isabel Corral

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La Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de Gran Canaria organizó el Taller “De la cueva a la casa-cueva” en noviembre de 2007. Con carácter interdisciplinar, su principal objetivo era favorecer un espacio de análisis y reflexión entre especialistas y profesionales relacionados con el patrimonio troglodita en general, y en particular con la problemática contemporánea de los hábitat en cuevas de Gran Canaria.

Contexto territorial e histórico

Heredados de una época anterior a la conquista, Gran Canaria cuenta con uno de los núcleos de arquitectura excavada más relevantes de Europa, propiciados por la geomorfología del territorio insular: alternancia de estratos de origen volcánico y sedimentario, que progresivamente modificados por los procesos erosivos han ido modelando el territorio y conformando el sistema de barrancos y los paisajes que caracterizan nuestra isla. Es en las pronunciadas laderas de esos barrancos donde se localiza la mayor parte del patrimonio troglodita insular, perfectamente adaptado a las condiciones específicas de cada enclave.

Entre 1480-1850 el hábitat troglodita fue residencia de casi un 10% de la población, siendo un indicador de las formas de antropización del territorio. En ese dilatado período la cueva experimentó diversas formas de uso en función de su emplazamiento, de las características sociales y económicas del propietario y de su vinculación con el mundo aborigen.

Esos núcleos trogloditas tienen profundas diferencias entre sí, puesto que el proceso de uso, reutilización y construcción de las cuevas se fue transformando en paralelo a los cambios registrados en la estructura y jerarquía socioeconómica regional e insular.

A grandes rasgos, en Gran Canaria se observan varias etapas en el uso de la vivienda troglodita. La primera estaría unida a los modelos prehispánicos heredados, a la continuidad de la tipología por parte de los aborígenes cristianizados, y a algunas costumbres trogloditas de otras procedencias.

Una segunda fase, cuyo inicio se situaría desde finales del Quinientos hasta mediados del Setecientos, en la que el hábitat en cueva prolifera en áreas de medianías y en zonas periféricas de las principales urbes insulares, Las Palmas y Telde, donde se asientan colonos, medianeros y pequeños artesanos, registrándose la construcción de numerosas cuevas, por ejemplo, Roque Trejo, Barranco Hondo, Artenara o Agaete.

La tercera fase se extendería durante las primeras décadas del siglo XIX, con un creciente trogloditismo en consonancia con el progresivo empobrecimiento de agricultores y medianeros, que se refugiaron en viviendas de bajo precio o en cuevas cercanas a las tierras de labor.

La última fase nos muestra un trogloditismo urbano, donde predominan grupos de propietarios con escasos ingresos, mientras que en el espacio rural disminuye el uso de este hábitat ante la creciente emigración insular y transoceánica de muchos de sus habitantes.

La importancia etnográfica, arqueológica y antropológica de los conjuntos trogloditas como singularidad del patrimonio de Gran Canaria es evidente para todos. Las cuevas, naturales, artificiales o mixtas, tuvieron un papel esencial en el poblamiento insular y son un eslabón básico para entender el proceso de antropización del territorio, la evolución de sus paisajes y, en definitiva, nuestra propia historia.

El patrimonio troglodita es una oportunidad para ponernos manos a la obra y cambiar las inercias sociales, pero también las normativas, puesto que estas últimas imponen muchas veces requisitos injustificables para una correcta habitabilidad, o son excesivamente permisivos en algunos supuestos.

De la cueva a la casa-cueva:

La necesidad de supervivencia, de seguridad y de una vida mejor llevaron quizás a que la cueva primitiva se agrandara para convertirse en cueva-casa, apareciendo así una arquitectura de sustracción que ha pervivido hasta nuestros días. Progresivamente, en el proceso de transformación también hubo cabida para invertir los términos y que apareciera la casa-cueva, o lo que podemos llamar arquitectura de adición, donde a aquellos huecos naturales u horadados se le añadieron hacia el exterior pequeñas construcciones complementarias que permitían una mayor comodidad.

Muchas cuevas y casas-cueva están legalmente protegidas, integradas en general en conjuntos arqueológicos. Una protección que, sin embargo, no garantiza un grado de conservación óptimo, máxime cuando muchas de ellas siguen siendo el hábitat de un buen número de ciudadanos de esta isla. En demasiadas ocasiones las condiciones de habitabilidad básica están ciertamente alejadas de las aplicables a cualquier otra tipología de vivienda.

En la actualidad, la mayor parte de cuevas han perdido su función original: algunas son hoy casas-cueva en precario y, lo que es peor, muchas de ellas están en franco peligro de volver a un primer estadio que, sin ánimo peyorativo, podríamos llamar caverna.

Qué duda cabe que lo que aparentemente podría interpretarse como símbolo de atraso puede perfectamente transformarse en un potencial de desarrollo socioeconómico para las poblaciones locales, y ayudar con ello a la rehabilitación sostenible de nuestro territorio y de sus paisajes. Un ejemplo del valor patrimonial de este tipo de hábitat es que en la lista de Sitios de UNESCO se recogen unos cien asentamientos trogloditas como lugares excepcionales del patrimonio mundial, si bien ninguno de ellos se localiza en nuestro archipiélago.

Instrumentos para la protección:

En primer lugar cabe señalar que en absoluto se trata de congelar el pasado, sino de asegurarnos un futuro con la máxima coherencia. Por ello, la preservación y el buen uso de los bienes patrimoniales han sido temas recogidos por distintos instrumentos legislativos, siendo a partir de 1956 cuando la UNESCO inició una serie de recomendaciones sobre la protección y gestión del patrimonio cultural en sentido amplio, y del arqueológico de forma más específica.

En la actualidad existen diversos instrumentos internacionales que redundan en el reconocimiento de los valores de esa herencia colectiva, su interdependencia con el medio natural, y la necesidad de su protección ante la pérdida de identidad que los procesos de globalización y algunos desarrollos insostenibles conllevan.

Patrimonio Histórico Español, además de preparar un Plan Nacional de Paisajes Culturales, reitera la declaración de “dominio público de todos los objetos arqueológicos”; algo que en nuestra Comunidad Autónoma también recoge la ley de Patrimonio Histórico de Canarias.

A pesar de todo, parece evidente que mucha legislación no conlleva necesariamente una correcta protección ni, lo que es más importante, el hacer compatible la pervivencia de los bienes que nuestro territorio alberga con su disfrute y aprovechamiento.

¿Quién somos?

La Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria se creó en 1992 con la misión de velar por la conservación y administración de los bienes culturales de la Isla. Una tarea que el Gobierno canario delegó en 1990 a las corporaciones insulares para cumplir más eficazmente con la gestión patrimonial.

Este servicio de Cultura y Patrimonio Histórico , integrado en la Consejería de Cultura, Patrimonio Histórico y Museos del Cabildo de Gran Canaria, desarrolla las competencias a través de sus diferentes secciones o departamentos especializados en gestión, inspección y vigilancia, difusión, conservación y restauración de bienes patrimoniales.

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