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Un viaje en el tiempo:

    El Carbono 14, un cronómetro de la naturaleza por Ángel Esparza Arroyo


Gran Canaria - Un viaje en el tiempo:

    Saber más sobre la aplicación por Javier Velasco Vázquez

    El tiempo de los antiguos canarios por Javier Velasco Vázquez


Reflexiones sobre los antiguos canarios y el C14:

    Las primeras dataciones de C14 en Gran Canaria por Teresa Delgado Darias

    El tiempo eterno: La Necrópolis y el C14 por Verónica Alberto Barroso

    Un lugar para vivir durante siglos por C. G. Rodríguez Santana, J. I. Sáenz Sagasti y J. Onrubia Pintado

    Los espacios de almacenamiento y el C14 por Jacob Morales Mateos y Amelia Rodríguez Rodríguez

    Entre dos tiempos: El conjunto arqueológico de Las Candelarias por C. Marrero Quevedo, V. Barroso Cruz, M. C. González Marrero y P. Quintana Andrés

    Detenido en el tiempo: Los nuevos hallazgos de Risco Pintado-La Audiencia por Julio Cuenca Sanabria

    Tiempo y espacio: La cronología de Gran Canaria y el territorio por Marco Moreno Benítez

    La concepción del tiempo en la museografía del centro de interpretación de La Fortaleza por M. G. Almeida Núñez y M. A. Moreno Benítez


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Boletín electrónico de Patrimonio Histórico · nº 2 - 2014 · Gran Canaria · ISSN 2341-4421

Las primeras dataciones de C14 en Gran Canaria

Las primeras dataciones aportadas por el método del carbono 14 para la Prehistoria de la isla de Gran Canaria fueron encargadas por El Museo Canario al laboratorio de física de la Universidad de Groningen en los Países Bajos (Natuurkundig Laboratorium der Rijks-Universiteit te Groningen) en los años 1957 y 1958. Estos análisis no se distancian mucho de la publicación que recoge el primer cálculo de dataciones por radiocarbono en 1949, siendo posible afirmar que las cronologías impulsadas desde El Museo Canario se enmarcan dentro de las más tempranas llevadas a cabo en España.

Teresa Delgado Darias - El Museo Canario

Quiénes encargan estos análisis y por qué razón, qué muestras son las seleccionadas para fechar o cómo era el panorama arqueológico en el que se inscriben estas dataciones, son algunos aspectos que vamos a abordar en las siguientes líneas.

Desde sus comienzos, en la segunda mitad del siglo XIX, hasta rebasada la mitad del XX la Arqueología en Canarias estuvo marcada por el peso que se confirió a los estudios de tipología racial de la población prehispánica, orientados a construir una teoría del poblamiento, a dar explicación a su cultura y a buscar la pervivencia de los rasgos aborígenes en la población contemporánea, avocando todo ello a lo que Fernando Estévez (2001: 304) definió como una “biologización de las culturas aborígenes”. El protagonismo que esa línea de investigación tuvo en la Arqueología de Canarias determinó que una buena parte de los yacimientos intervenidos y estudiados se correspondiesen con los de carácter funerario, a fin de recuperar restos óseos humanos –fundamentalmente cráneos– sobre los que llevar a cabo los pertinentes estudios morfométricos.

Habida cuenta esta “tradición”, no es de extrañar que precisamente se escogieran elementos procedentes de enclaves sepulcrales para llevar a cabo las primeras dataciones de carbono 14 en Gran Canaria. Concretamente fueron cinco los yacimientos seleccionados para la obtención de fechas: cuevas funerarias de Cuevas del Rey/Andén del Tabacalete (Tejeda), del barranco de Guayadeque (Ingenio-Agüimes) y de Acusa (Artenara), túmulo de La Guancha (Gáldar) y un túmulo del Cascajo de las Nieves (Agaete).

Las muestras para datar fueron tomadas de restos de maderas asociadas a los cadáveres, piel humana de los individuos momificados, así como piel animal de los fardos que se encontraban amortajando los cadáveres; y remitidas por Camilo Rodríguez Gavilanes (H. de Vries y H. T. Waterbolk, 1958), médico y miembro de la Junta Directiva de El Museo Canario. Sería el propio Camilo Rodríguez quien, junto a otros directivos de la institución como su presidente, Rafael O’Shanahan, también médico, o su vicepresidente, el abogado Manuel Morales Ramos, mantengan la correspondencia con el laboratorio de la Universidad de Groningen (AMC/AMC Oficios y Correspondencia julio-diciembre 1956).

La elección del laboratorio de Groningen fue hecha por indicación de Josefa Menéndez Amor, especialista en Palinología y Paleobotánica que en 1956 se encontraba en Velp (Holanda) desarrollando trabajos de investigación con el especialista en las mismas disciplinas, el profesor Frans Florschütz (Universidad de Leiden, Holanda). A ella se dirigiría el geólogo Telesforo Bravo Expósito -contratado por El Museo Canario como “Jefe de la Sección de Ciencias Naturales” a principios de 1954 (AMC/AMC LAJDEMC n.º 7, sesión de 10 julio 1953)- para que le indicara dónde llevar a cabo la datación de unos materiales arqueológicos, siendo a raíz de esta solicitud cuando J. Menéndez y F. Florschütz hacen las gestiones para que Hessel de Vriess, profesor de Biofísica del laboratorio de Física de la Universidad de Groningen, aceptara realizar el análisis radiocarbónico de las muestras. Hay que resaltar la trascendencia de los trabajos de investigación de este físico, los cuales representaron un importante avance en la precisión del método de datación por carbono 14.

Los resultados de los análisis radiocarbónicos fueron incluidos en la revista Science de diciembre de 1958 -junto a otras series también procesadas por la Universidad de Groningen entre marzo de 1956 y agosto de 1957- en un artículo firmado por H. de Vries y el profesor de Prehistoria de la misma Universidad, H. T. Waterbolk.

En Canarias sería Miguel Fusté quien recogiera y publicara por vez primera tales fechas en la revista de El Museo Canario correspondiente a los años 1958-1959, en un artículo cuyo título es de por sí suficientemente representativo del peso que los estudios de antropología racial tuvieron durante largo tiempo en el archipiélago: Algunas observaciones acerca de la antropología de las poblaciones prehistóricas y actual de Gran Canaria. En él, el autor apunta la necesidad de disponer de fechas que aclarasen las sucesivas arribadas a las islas de grupos poblacionales racial y culturalmente diferenciados. Es por tanto en este marco de los estudios de poblamiento basados en la tipología racial en el que hay que inscribir la toma de muestras para la obtención de cronologías.

El material remitido para datar había sido recuperado en intervenciones arqueológicas realizadas entre finales del siglo XIX y la década de 1930 por El Museo Canario, con excepción del material del Cascajo de Las Nieves, aportado por Sebastián Jiménez Sánchez a raíz de los trabajos que efectúa en 1957 como comisario provincial de excavaciones arqueológicas.

La información relativa a los enclaves concretos de los que se extrajeron las muestras datadas es muy escasa, desconociéndose casi todo de los resultados de estos trabajos o incluso, en el caso de las cavidades funerarias, la ubicación precisa de las mismas. Desde su fundación, en 1879, El Museo Canario impulsó diversas exploraciones a distintos enclaves de la isla. Tales trabajos permitieron la identificación de nuevos yacimientos y la recuperación de materiales que pasarían a engrosar las colecciones de la entidad. En ellas participan directivos, socios y trabajadores del museo, con escasa cualificación en materia arqueológica, careciendo así las labores de campo de lo que hoy consideramos una metodología y criterios adecuados para garantizar la más correcta y completa recuperación de la información. Ello representó una importante pérdida, al dejar sin apenas documentación contextual a una gran parte del material recuperado en esas fechas. Esta situación se prolongaría en el tiempo, tal y como puede deducirse del perfil profesional de quienes gestionan estas primeras dataciones absolutas que nos ocupan: profesionales liberales, destacados en la esfera de la cultura pero con escasa formación en el ámbito de la Arqueología y la Prehistoria, aspecto este último que se reproduce también para el caso de quien se encontraba desempeñando desde 1941 el cargo de comisario provincial de excavaciones arqueológicas: Sebastián Jiménez Sánchez, maestro y funcionario de la Junta de Obras Públicas. En realidad se trata de una situación que, si bien está especialmente arraigada en Canarias, no parece ajena al resto del territorio nacional.

De otra parte, la selección de lugares como Acusa, Guayadeque o Cuevas del Rey para el desarrollo de las exploraciones no fue en absoluto baladí. La intensa ocupación aborigen de estas áreas permitía al museo hacer acopio de evidencias materiales que podían ser estudiadas y expuestas en sus salas, al tiempo que la importante presencia de ámbitos funerarios favorecía la recuperación de restos óseos humanos sobre los que desarrollar los pertinentes análisis bioantropológicos.

Lo cierto es que las fechas radiocarbónicas obtenidas no parecen despertar excesivo interés en quienes abordaron la prehistoria insular y, más concretamente, el tema del poblamiento en los siguientes años, persistiendo el recurso a la antropología física racial y a las analogías entre elementos de la cultura material de distintos ámbitos cronoculturales, a partir de todo lo cual se seguía envejeciendo considerablemente la ocupación humana del archipiélago (ej. M. Fusté, 1958-1959; M. Tarradell i Mateu, 1969;...) Y, cuando tales dataciones se tomaban en consideración, su juventud era explicada a partir de criterios de conservación diferencial. Así sucede con Ilse Schwidetzky (1963: 28), para quien “estas fechas no pueden ser aplicadas a todos los antiguos descubrimientos canarios”, pues las cronologías absolutas aportadas por el C14 sólo reflejaban, según criterio de la autora, el periodo más reciente por ser el que pudo conservarse o estar representado en mejores condiciones.

De esta forma, las cronologías absolutas posteriores al cambio de era no sirvieron, al menos en los años subsiguientes a la obtención de las mismas, para cuestionar o reflexionar sobre un poblamiento insular tan temprano como el que hasta ese momento se había venido defendiendo por parte de diferentes investigadores (III milenio antes de Cristo).

De otra parte, podrían plantearse dudas sobre la fiabilidad de unas fechas aportadas en los albores de esta técnica del radiocarbono, tanto por las propias condiciones de extracción y manipulación de la muestra –con las posibilidades de contaminación que ello implica– como por los propios procedimientos de medición del carbono 14 en esas fechas. A ello hay que sumar los problemas antes apuntados derivados de la pobreza informativa en cuanto a los contextos arqueológicos de los que estas muestras procedían, o la propia naturaleza del material seleccionado. Este último sería el caso de la madera, pues este tipo de materia prima puede ser objeto de reutilizaciones en el tiempo o ser explotada muy posteriormente a producirse su muerte y por tanto empezar a perder carbono. De esta forma la cronología que nos ofrece la muestra de madera podría no corresponderse con la práctica sepulcral que pretendía fecharse. De este problema fue consciente El Museo Canario, pues en correspondencia mantenida por sus directivos con el profesor de Vries se insiste en la necesidad de datar no sólo las muestras de madera que se remiten sino la piel (la cual parece que ofrecía ciertas dificultades para el laboratorio), al objeto de determinar la coetaneidad de todas las muestras procedentes de un mismo enclave sepulcral, pero también por los problemas que representaría una única datación a partir de madera (al poder existir procesos de reutilización, aprovechamiento de elementos desgajados del árbol…).

Pese a todo ello, ha de llamarse la atención sobre la proximidad cronológica de las series de dataciones obtenidas de un mismo espacio y contexto sepulcral, o la inclusión de la fecha aportada por el túmulo de La Guancha dentro del marco temporal establecido a partir de la serie cronológica recientemente obtenida mediante AMS de diferentes túmulos que conforman la necrópolis de El Agujero-La Guancha (J. Santana, 2009); todo lo cual parece estar reflejando la coherencia de los primeros análisis radiocarbónicos efectuados para la prehistoria de Gran Canaria.

Para terminar, cabría incidir en el valor histórico de estas primeras dataciones y en las causas que motivaron su estimación, encuadradas en el interés por una reconstrucción del poblamiento insular fuertemente dependiente de los estudios de tipología racial que aún en esas fechas de la década de 1950 seguían vigentes.

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